sábado, 21 de julio de 2018

El Peñón Cayaguanca

Según cuenta una leyenda, hace muchos años, cerca de lo que hoy es San Ignacio existía una población indígena gobernada por un cacique de carácter fuerte y tenía una hija que era codiciada por varios jóvenes, entre ellos Cayaguanca, un apuesto y valiente guerrero, cuyo único defecto era ser pobre.
La joven princesa estaba profundamente enamorada de ese guerrero, y a escondidas de su padre le entregaba todo su amor.
Un día, el enojado cacique se dio cuenta de la relación que su hija tenía con Cayaguanca, y en su ira mandó a apresar al indio, luego hizo que lo llevaran hasta la cima de una montaña para dejarlo atado a una roca a merced del frío y del hambre.
Los días pasaron y el indio guerrero pasaba llorando y gritando desde la cumbre el nombre de su amada. La lágrimas de Cayaguanca inundaron su alrededor y poco a poco fueron transformando en roca, hasta cubrirlo por completo y formar el enorme peñón que hoy lleva su nombre. La princesa al poco tiempo murió de amor.
Según la leyenda, en las noches más frías aún se escucha a lo lejos la voz del indio llamando a la que fue su novia.
Esta y otras historias se entretejen en torno a ese enorme peñón, que se halla enclavado en la cima de una montaña, a unos mil metros de altura.

El Peñón de Cayaguanca
El Peñón de Cayaguanca es uno de los lugares más visitados por los turistas ya que ofrece tranquilidad, bellos paisajes y diversión.
Llegar hasta esta formación rocosa no es cosa fácil; se requiere de fortaleza, piernas resistentes y sobre todo mucha energía, ya que es una larga caminata. La mayoría de turistas inicia la caminata en el caserío El Rosario, de San Ignacio. El viaje de aproximadamente tres kilómetros es emprendido sobre una amplia calle empedrada.
Después de medio kilómetro de recorrido, los turistas se internan a la montaña. Una pequeña vereda formada por la erosión de la lluvia y el viento y alfombrada con hojas secas es la única vía de acceso hasta la cumbre. Una buena parte de estos angostos y accidentados caminos se encuentra en medio de un bosque de robles, habitado por una variedad de aves y animales, como cuzucos y cotuzas.
Luego de caminar casi una hora (a paso lento), bajo las sombras de los árboles se puede apreciar una especie de pradera donde el sol hace gala de su esplendor. Cualquiera pensaría que al llegar hasta ese sector lleno de claridad se ha llegado hasta la cúspide de la montaña, pero no es así.
En esa área da inicio la segunda parte del trayecto, igual de agotadora que la primera. El camino es soleado y siempre cuesta arriba, y en su alrededor escasean los árboles, sólo se puede encontrar zacate y uno que otro arbusto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario